El sol se esconde, pero las calles siguen palpitando, pues no hay miedo al rico fluido. Las gotas comienzan a caer y el pavimento adquiere otra textura, más amable, reluciente…, como engalanada para la ocasión la ciudad nos espera. Sus gentes y visitantes van y vienen a través de sus emblemas monumentales escondidos entre el intrincado laberinto de calles medievales. Y entre todo esto, como si nada, dos almas prendadas, solicitas, risueñas… callejeando en busca de la salida hacia el mar, como aquellas gotas que antes caían , buscarán su camino, hacia el curso del rio que les llevará a su destino.